Ciencia y Milicia olvidadas. General Emilio Herrera Linares

“Qué inventen ellos” dicen que dijo Miguel de Unamuno, refiriéndose cínica y sarcásticamente a cierta mentalidad imperante en España. “Y si inventamos nosotros, que no se sepa”, añadiría yo, aunque probablemente con bastante menos originalidad e ingenio. Este podría ser el resumen de a lo que ha reducido la razón política la biografía de un español, militar por más señas, insigne, curioso, esforzado, leal y, sobre todo, en el momento más crítico de su vida, disciplinado: el general de la Aeronáutica española D. Emilio Herrera Linares.
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Finalizado el bachillerato con dieciséis años, el joven Emilio Herrera se matricula (1895) en el curso preparatorio de Ciencias de la Universidad de Granada, que al año siguiente (enero de 1896) abandona para preparar el ingreso en la Academia (militar) de Ingenieros de Guadalajara, centro en esos momentos de alto nivel científico y experimental y donde se están produciendo los primeros estudios en España de aerostática y aerotransporte (aviación). Ingresa en ella en julio de ese mismo año 1896, egresando (1901), tras cinco años de estudio y práctica, con el empleo de teniente primero del Cuerpo de Ingenieros. Tras breves destinos en Sevilla y Melilla, se incorpora (1903) a la Escuela Práctica de Aerostación de Guadalajara, donde se forma en diferentes especialidades (títulos) aeronáuticas, bajo la dirección de uno de sus grandes mentores, el coronel Vives. Como miembro de la cual, participa (1906) en el gran premio de aerostación de Francia, donde queda segundo, recibiendo por ello la Cruz de la Legión de Honor; y en compañía del entonces capitán Kindelán, asisten (1908) a la exhibición de los hermanos Wright en Le Mans (Francia), a fin de informar sobre las posibilidades militares de la aviación.
Ya casado con Irene Aguilera Cappa, en 1909, el mismo año en que nace su hijo José Herrera Aguilera, conocido posteriormente como escritor y poeta como José Herrera “Petere”, participa, ya como capitán, en la Guerra de Marruecos, en una pionera operación de apoyo aerostático a las fuerzas de tierra como jefe de la Sección de Globos Aerostáticos de Melilla, que puede considerarse como la primera fuerza aérea de combate organizada como tal en España, decisiva para la subsiguiente creación de la aviación militar española por Real Decreto de 7 de marzo de 1911, a cuyo amparo se convoca la primera promoción de pilotos militares, integrada por los capitanes Kindelán, Herrera y Arrillaga y los tenientes Barrón y Ortiz Echagüe
En 1914, realiza, en compañía de Ortiz Echagüe, el primer vuelo entre África y Europa (Tetuán-Sevilla), como consecuencia del cual es ascendido a comandante, a lo que renuncia por el compromiso colectivo del Cuerpo de Ingenieros de ascender solamente por antigüedad, desechando los ascensos por méritos de guerra. Al año siguiente, 1915, se le ordena crear la Escuela de Pilotos de Hidroaviones de la aeronáutica militar, siendo posteriormente comisionado como observador militar a distintos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Acabada ésta, ya como comandante, dirige (1918) la construcción y diseño del Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, embrión del actual Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), en cuyo seno estudia y proyecta vestimentas y sistemas de respiración necesarios para la navegación aérea a gran altitud, donde la falta de aire y las bajas temperaturas suponían un problema. Creando en él, posteriormente (1935), la escafandra estratonáutica autónoma para tripulantes de globos a gran altitud, precursora del traje espacial. Su, si no más importante contribución a la ciencia, sí la más conocida y divulgada.
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Cuando en 1961, la NASA logra poner un hombre en la luna, un colaborador español de dicha Agencia, Manuel Casajust Rodríguez, solicita al astronauta Neil Armstrong una de las rocas lunares traídas, como recuerdo para el general Herrera, como reconocimiento de su aportación a la posibilidad de su hazaña. La roca terminaría depositada durante muchos años en el Museo de Aeronáutica y Astronáutica de España, encontrándose actualmente desaparecida desde el año 2004. La segunda es la narrada por el colaborador de Herrera, Antonio García Borrajo: “Cuando los norteamericanos le ofrecieron al teniente coronel Herrera trabajar para su programa espacial con un cheque sin limitaciones en ceros, él pidió que una bandera española (republicana) ondeara en la luna, pero le dijeron que sólo ondearía la de Estados Unidos”. Herrera rechazó la oferta.
Pero su curiosidad intelectual e investigadora no se detiene en la aeronáutica. Considera que un idioma universal era un instrumento esencial para el avance de la ciencia y el humanismo en el mundo y, así, se hace un entusiasta del esperanto y crea, junto a su compañero Julio Mangada, la Asociación de Militares Esperantistas, formando parte (1925) de la comisión oficial española en la Conferencia Internacional para el empleo del Esperanto en las Ciencias.
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La sublevación de julio de 1936 sorprende al teniente coronel Herrera como jefe de los Servicios Técnicos y de Instrucción de la Fuerza Aérea de la República (FARE). Se mantiene fiel al gobierno republicano y en 1938 es ascendido a general. Ello le enfrentará con su gran amigo, compañero y colaborador el general Kindelán, jefe de la aviación rebelde. Durante la guerra civil pierde, en la batalla del Ebro, a su segundo hijo, Emilio, de apenas diecinueve años, sargento y piloto del caza Polikarpov I-15.
El final de la guerra lo halla en Sudamérica, acompañando a Indalecio Prieto, exministro de la Defensa Nacional de la República, que viaja por estos países en embajada extraordinaria en demanda de ayuda y apoyo a la abandonada por los democracias europeas República española.
SU ETAPA EN FRANCIA
En principio se exilia en Chile para luego pasar a Francia. Donde, durante el régimen de Vichy, vivirá el esperpéntico episodio de ser contactado por el general alemán Faupel para que se una al Laboratorio de Vibraciones de Berlín, que investigaba el desarrollo técnico y táctico de los dirigibles, a lo que rehúsa, al mismo tiempo que desde la España franquista se comunica diplomáticamente a la Alemania nazi su “desaprobación” para dicha colaboración. Continuará trabajando en Francia en sus investigaciones y colaborando en revistas científicas en la medida en que era posible, mientras aprovecha su fama internacional para apoyar la política antifranquista del Gobierno republicano en el exilio, del que llegó a ser ministro de Asuntos Militares y, entre 1960 y 1962, presidente. Siendo su principal preocupación. en estos años de “supuesto” poder, la lamentable situación de los exiliados republicanos españoles y acabar con sus permanentes divisiones internas, así como tantear la posibilidad de una reconciliación con el régimen de Madrid. Todo ello, en un ambiente de precariedad, que su mujer, Irene Aguilera Cappa, resumirá expresivamente como: “Lo tuvimos todo en la juventud y nada en la vejez”.
En 1944, funda con Picasso, Victoria Kent y otras personalidades, la Unión de Intelectuales Españoles y en 1957 el Ateneo Iberoamericano de París, que presidirá hasta su muerte. Miembro activo de la Agrupación de Militares Republicanos Españoles acabará dimitiendo debido a los continuos enfrentamientos en su seno.
SU MUERTE, EN SUIZA
Falleció en el domicilio de su hijo José Herrera “Petere” en Ginebra a los ochenta y ocho años, el 13 de septiembre de 1967. Sus restos mortales serían trasladados a su Granada natal en 1993.
Y, a pesar de todo ello y de su fama universal, poco se ha sabido de él en España, salvo la medio tapada anécdota de la roca lunar, por cierto, todavía incomprensiblemente perdida, hasta que hace muy poco un programa televisivo de ciencia ficción, El Ministerio del Tiempo, aprovechó su historia para novelar un supuesto intento de asesinato, sin que tampoco terminase de quedar claro, dado el carácter ficticio de las historias contadas, hasta qué punto personaje y episodio eran históricos o inventados.
UP ha pedido dedicar su nombre el salón de actos de la Escuela de Técnicas Aeronáuticas del Ejército del Aire
Es el pago, partidistamente motivado, dado a uno de los creadores de la aviación y el Ejército del Aire españoles, que solamente parece poder explicarse en función de que, honrando su uniforme, permaneció, en julio de 1936, leal al Gobierno elegido por una mayoría de españoles. Un pago que podría estar a punto de enmendarse parcialmente por haberse aprobado, el pasado 23 de febrero de 2021 en la Comisión Constitucional del Congreso, una proposición no de ley a instancias de Unidas Podemos, en la que se solicita al Ministerio de Defensa y al Ejército del Aire su reconocimiento público en el ámbito militar, mediante, por ejemplo, apunta expresamente la proposición, dedicar su nombre el salón de actos de la Escuela de Técnicas Aeronáuticas del Ejército del Aire. Confiemos en que así se cumpla.
Iniciativa a la que algún Ayuntamiento, quizás el de Granada, su tierra natal, podría unirse conmemorando con su nombre cualquier calle, plaza o edificio.
Puedes leer el artículo completo de Enrique Vega Fernández en el Blog Memoria Militar Democrática del diario digital Nueva Tribuna:
https://nuevatribuna.publico.es/articulo/cultura—ocio/memoriamilitar-ciencia-milicia-general-emilioherreralinares-leal-republica/20210322155210185906.html
Enrique Vega Fernández es Coronel de Infantería en situación de retiro, portavoz del Manifiesto en contra del franquismo en las Fuerzas Armadas y presidente de la Asociación por la Memoria Militar Democrática.
La imagen de Isidro Fernández Fuertes fue publicada en la revista La Esfera en 1914 y es de dominio público. Vía Wikimedia Commons