En la tarde de aquel diecisiete de julio no había tiempo para pensar y hacer cálculos para la supervivencia, sabiendo lo que podía significar negarse a secundar aquel golpe de Estado. Había que decidir sí o no.

Muchos de los que se consideraban leales a la legalidad de la República pensaron en qué sería de ellos y de sus familias ante la posibilidad de ser ejecutados de inmediato, por lo que sucumbieron a sus miedos, participando activa o pasivamente en la sublevación para salvar la vida, mientras los hubo que encontraron en la traición a España la oportunidad para medrar en su carrera militar.

Pero hubo militares leales que, conscientes de su juramento de fidelidad a la República, no lo dudaron. El comandante Pablo Ferrer Madariaga, jefe del Batallón de Cazadores nº 7 de Ceuta, se negó a adherir a la fuerza bajo su mando a la rebelión militar, por lo que fue inmediatamente arrestado, para ser posteriormente juzgado por un consejo de guerra ilegal e ilegítimo y fusilado el 3 de diciembre de aquel mismo año, junto con el capitán Josep Rotger Canals.

En la última carta a su familia, el comandante Ferrer se despedía de ella y les rogaba que hicieran lo posible para que, cuando la Democracia volviera a España, se le rindieran los honores de ordenanza que le iban a ser negados por los que le iban a fusilar.

La familia del comandante Ferrer nunca ha renunciado a ver cumplido este deseo. Transcurridos 89 años de su asesinato y 50 desde la muerte de Franco, con ocasión de la colocación de una “Stolperstain” (Piedra del Tropiezo) en su memoria, había solicitado del Ministerio de Defensa la participación en este homenaje de una unidad militar para rendir al comandante Ferrer los honores que por ordenanza le corresponden como caído en acto de servicio y en cumplimiento de su deber.

Con honores o sin honores oficiales, la Asociación por la Memoria Militar Democrática, formada por militares de toda graduación y situación administrativa, desea expresar su más profundo respeto y homenaje al Comandante Pablo Ferrer Madariaga como un militar de conducta ejemplar y consecuente con su deber de fidelidad al gobierno legítimamente constituido.

Asimismo, expresa su convicción de que todos los militares que fueron ejecutados por las fuerzas sublevadas como represalia por mantener su fidelidad al gobierno de la Segunda República tienen el carácter de caídos en acto de servicio y, por lo tanto, merecedores del reconocimiento institucional que el vigente Reglamento de Actos y Honores Militares establece para estos casos.